
Las pequeñas rutinas que se hacen porque sí, como leer libros cada día (siempre con obras de literatura desperdigadas por todas partes, hasta en la cama), el cine, ver películas que me resultan fascinantes y que volvería a ver una y otra y otra vez. Levantarme de madrugada, un par de horas antes de tener que hacerlo y, como buen corazón apasionado, con las mismas ganas de siempre, dedicar ese tiempo de silencio a mis intereses artísticos. Pasear, caminar entre la naturaleza, observar, bajar al parque con la peque, ir a jugar cuando dice “papá, ven a jugar”, disfrutar de una buena comida, dormir, pasar mi tiempo con la familia…
Definitivamente, si tuviera que elegir, me quedo con todas esas pequeñas maravillas cotidianas. Con los detalles, las anécdotas, las risas y los juegos que nos depara el día a día. Todo aquello que perece, lo que el tiempo arrastra, es lo realmente importante y en su aparente insignificancia se revela toda la magia y la grandeza de la vida.