
«Nos marcan con la edad.
El mito de los jóvenes, el mito de los viejos, el mito de la decadencia (…).
¿Qué es eso? Quien tiene angustia de envejecer, envejece muy mal, cesa de vivir»
Alejandro Jodorowsky
Te vas haciendo mayor y ves que no llegas, las expectativas siempre están por encima de las posibilidades, más allá de lo que se es capaz de asumir. La realidad se manifiesta, arremete y evidencia lo ínfimo e irrisorio de la existencia humana y lo absurdo de la vorágine de materialidad en la que nuestra sociedad se envuelve.
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En ciertas ocasiones piensas en ello, te gustaría encontrar ese lugar en el tiempo, en el que ya no se temen los errores, alejado de esa ambición inexorable que nos arrastra en la primera juventud. Pero a su manera, también da cierto miedo. El pensamiento occidental indivisible a la búsqueda del infinito, de la inmortalidad. En el fondo, todo esto no es nuevo, ya era viejo en la antigüedad. ¿A qué aspirar, sino al movimiento incesante en una existencia continuada?
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Cuando dudo, me digo a mí mismo que qué haría si solo me restaran dos semanas de vida, ¿lo haría o no lo haría? Indudablemente, la elección se tornaría mucho más sencilla puesto que en una situación tan extrema, toda la existencia cambiaría y muchas cosas se harían de forma distinta, muchas perderían absolutamente toda su importancia y otras la cobrarían. Pensarlo me ayuda a decidir. Porque en realidad, prácticamente ningún asunto cotidiano tiene demasiada importancia ante los temas trascendentales de la existencia, y lo que quizá más nos asusta, lo más difícil de asumir es que no hay una respuesta para las grandes cuestiones de la vida. Vagamos, caminamos ciegos en esta imperturbable oscuridad.
Tienes razón. En el primer texto literario de la historia Gilgamesh persiguió la inmortalidad y, como no pudo conseguirla, buscó la juventud. Nuestras culturas entiende el tiempo como una violencia contra nosotros mismos.
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Muy interesante, muchas gracias por el aporte.
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