Andares

La incertidumbre de lo nuevo

La primera experiencia de publicación vino cargada de incertidumbre y mucha tensión. Escribir es una actividad solitaria, bastante personal, y de pronto, todo el trabajo que se ha realizado durante un determinado tiempo, se va a ver expuesto a la mirada de personas conocidas y desconocidas. En cierta medida, supongo que solo se trataba de miedo, miedo al fracaso, a publicar un trabajo mediocre o a hacer el ridículo. Con el tiempo parece que todo eso se va desvaneciendo, tal vez gracias a la experiencia, ventajas de hacerse viejo, porque aunque uno sigue queriendo hacer las cosas bien, ya no le da tanta importancia a esos aspectos.

Por aquel entonces, había participado en compilaciones colectivas y en publicaciones varias, tanto físicas como digitales, pero esto era distinto: la obra era individual y de mi autoría. Quería que todo saliera bien (al igual que el resto de personas implicadas), había trabajado en esos relatos durante largo tiempo hasta que quedó en esa forma y ya tocaba dejarla ir. Porque ciertamente es eso, cuando se hace pública, la obra se deja ir. Ya está en su versión definitiva y de algún modo, deja de pertenecer a la persona que la ha escrito. Pero había miedo de que hubiera errores, de que algunas cosas no estuviesen correctas y por supuesto, de las temáticas de las historias. Un incontable cúmulo de preguntas: ¿se entenderá?, ¿son creíbles?, ¿resultará interesante? En definitiva, el miedo a lo desconocido. Y cuando se publicó e hicimos la presentación, no podía ni siquiera ojearla.

La coloqué en un estante y allí permaneció durante bastante tiempo, no podía ni leer extractos que aparecían en internet, no quería toparme con errores que ya no iba a poder subsanar. Es algo curioso porque, en cualquier caso, que algunos errores se escapen o que haya alguna errata es casi inevitable, sobre todo teniendo en cuenta que, si esto ocurre incluso en los grandes sellos, grandes corporaciones con numerosos profesionales de cada ámbito, cómo no va a ocurrir en el subsuelo, donde las cosas salen adelante por puro empecinamiento de las partes.

Así que la obra se llevó en aquella estantería muchos meses (más de un año) y entonces, un buen día, por pura casualidad, la abrí, y releí un extracto de una página al azar, y me pareció interesante, y caramba, no había encontrado ningún error ortográfico, gramatical, de estilo, de estructura, de concordancia… ninguna aberración que me invitara a gritar, y seguí leyendo durante un rato y me dije: “pues no está tan mal”, y acepté que obviamente debía haber un puñado de erratas por ahí dispersas, pero que al final, todos esos errores (u otros) escapan a nuestro control, y entendí que de algún modo, también forman parte de la vida.

Rubén J. Triguero








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1 comentario en “La incertidumbre de lo nuevo”

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